lunes, 1 de octubre de 2007

A PROPÓSITO DE LA CAVERNA (Crítica literaria)

A PROPÓSITO DE LA CAVERNA

Por: Miguel Guirado Vásquez

I
LA FORMA

“La Caverna”, novela del premio Nobel de literatura de 1998, José Saramago, es una obra literaria pasmosamente sorprendente. Sorprende su estructura escritural, en primer lugar la no utilización del signo que recomienda la preceptiva castellana cuando de cambios de interlocutores se trata en los diálogos. La otra cosa que sorprende en ese mismo sentido es aquel de una mayúscula después de una coma. Esto como es natural, obliga al lector a desandar los caminos en muchos casos, volver atrás para encontrar por así decirlo el hilván del relato. Así los párrafos se hacen largos, no así la prosa, y es otra cosa que admira, la cual se equipara a la de período breve.

El vocabulario se enriquece. Utiliza palabras poco usuales que se imbrican en el relato: Suasorio, ardiloso, tecnolotaría, mecano, ancilar, enfardelar, albarán, argaya, pacata, lancinante, atrezo, taceles y abondo; para sólo mencionar algunas de aquellas que más llamaron a nuestra atención. Como en las novelas antiguas especialmente las de caballerías el narrador se siente, se palpa, está presente. La novela se escribe como si fuera un cuento.

II
¿ES LA CAVERNA UNA NOVELA DE TESIS?

A pesar de que en la obra se ofrece una “áspera visión”[1] de las sociedades actuales, y de las que llaman de consumo y a pesar de que su título remite al mito de la caverna relatado en el libro VII de la República de Platón; y es en esa obra donde aquel expone su doctrina social y política y sobre todo su teoría del conocimiento (epistemología).[2]

Paradójicamente y aunque su autor fuera militante de una agrupación política marxista leninista, y a pesar esta de tratar un tema social y filosófico, categóricamente podemos afirmar que “La Caverna”, no es una novela de tesis. Su contenido desde el punto de vista ideológico y político dista mucho de plantear la rigidez dogmática que encontramos por ejemplo en “La Madre”, de Máximo Gorky, que aunque plantea además de ideas políticas un profundo drama social, naturalmente orientado hacia lo que el autor considera correcto o justo desde el doble punto de vista valorativo y práctico. No hay atisbos de maniqueísmo, ni de manipulación de “buenos” ni de “malos”, simplemente la escueta narración de unas vidas comunes y corrientes, de una familia de alfareros que pagan el precio de los avances tecnológicos.

Una vena filosófica inunda la novela, el drama de la existencia humana, los temores por la vida misma. La inseguridad que engendra la dependencia de otros y latiendo bajo la epidermis social no sólo el “sentimiento trágico de la vida”, del que nos hablaba Shopennauer, sino que también la ternura, la solidaridad y el amor, se hacen presentes en la obra y se apropian de la narrativa.

Es también “La Caverna”, la expresión más palmaria del amor filial, nos hace recordar a “Marianela”, de don Benito Pérez Galdós; en aquello de resplandecer la bondad en un mundo problematizado por unas injustas relaciones sociales. Sus personajes, en su mudo que se desmorona, se resisten a abandonar su tradicional manera de vivir, hasta que la ola del “progreso”, de la sociedad consumista y despersonalizada se los lleva de paro; pero ni ahí la empatía que generan los lazos consanguíneos y el amor cejan ante la adversidad y la familia se mantiene unidad, es más renuncia a las comodidades que ofrece el mundo en evolución y prefiere permanecer unidad en las adversidades.

Parodia el mito de la caverna de Platón. La sociedad consumista nos enclaustra en la oscuridad de un engañoso progreso. La realidad es que nos disminuye en la escala humana. Nos degrada de persona a individuo. Se apropia de nuestra dignidad y nos reduce a un número, a una cosa, a un objeto. Por así decirlo nos cosifica y nos aliena. Nos hace ajenos a nosotros mismos.

III
ECONOMÍA DE PERSONAJES

Si en muchas novelas la pluralidad de personajes es la nota dominante como es el caso de la “Colmena”,[3] en “La Caverna” ocurre todo lo contrario. Hay una total tacañería de personajes, la pluralidad se reduce casi a una solo familia de cuatro personajes: Cipriano, Marcial, Marta y finalmente Isaura. Los demás, tal como los empleados del centro y los compañeros de trabajo de Marcial, solo son bosquejados. Lo mismo ocurre con los vecinos, se pierden en el relato como sombras pasajeras en la oscuridad de una noche que ofrece fintas a efímeros rayos de claridades.

Con tal economía de personajes el autor produce una obra que puede calificarse de importante, ya que recoge no sólo los pormenores de unas vidas pedestres, sino que además sabe encontrar lo “significante dentro de lo insignificante”. Transforma la cotidianidad estulta de unas vidas anónimas y sin importancia en un drama humano de palpitante interés. Se construye un mundo con muy pocos habitantes. El mérito está en que en la estrecha escasez de personajes entra y cabe todo un mundo de vivencias. Allí está representada toda una sociedad, y el peligro que supone un progreso desordenado y caótico está presente de manera expedita en toda la obra, llena de sugerente situaciones que invitan al lector a pensar y a sumergirse en la misma para bucear en ella hasta encontrar las raíces, las causas mismas de las crisis sociales y personales de nuestros días. El mundo moderno con todas sus consabidos problemas y contradicciones late en sus páginas y nos obliga, a pesar de que se nos antoja por su forma escritural una novela experimental, emparentada guardando las naturales distancias con la obra de Cabrera Infante,[4] especialmente en esa forma casi de pastiche con el símil de la caverna.

El autor de “La Caverna”, aún sin llegar a los extremos de los experimentalistas, de James Joyce[5] y del ya citado Cabrera Infante, nos lleva de la mano por nuevos derroteros en la novelística mundial que habrán de marcar con su influencia obras de autores posteriores.


IV
LO COTIDIANO ELEVADO A LA CATEGORÍA DE OBRA DE ARTE


Unas simples vidas, inspiran un drama singularmente interesante y humano. Algo aparentemente nimio y trivial, toma las características de un drama profundamente existencial. Un alfarero y su corta familia enfrentan las desgracias emanadas de un sistema deshumanizante. Impersonal y despersonalizado, los hombres se convierten en meros engranajes de una maquinaria absurda y a veces inhumana. Nada vale, ni tu trabajo, ni tus sentimientos, sólo el capital importa; pero de un capital despersonalizado, hundido hasta los tuétanos en sistema absolutamente consumista. Los avances económicos de la sociedad, no llevan aparejados avances sociales, y cuando esto ocurre, todo el engranaje social se resquebraja.

Unas vidas honorables, dedicadas al trabajo, pierden su modo de sustento y todo ello supone un cambio en las relaciones de producción. Pero no, no se resignan a aceptar aquella vida que se le ofrece, que oferta el espejismo de un falso o real progreso; pero la fuerza cohesionante de las relaciones filiales es más fuerte que la aparente seguridad que ofrece el sistema; y, deciden abandonarse a su suerte y a su propia forma de existir, lo que evidentemente puede ser una muestra de gran arrojo y apego a valores ancestrales, pero que en la realidad equivale a un suicidio, de todas maneras la vida los llevará a alguna parte.

“La Caverna”, entra por el pórtico por donde pasas las obras literarias para salir de allí convertidas en obras de arte. Los cadáveres encontrados en la caverna debajo del piso del centro, son ellos mismos. El capitalismo, saca de ello sus ventajas: Luego aparece el aviso donde cobran por exhibirlos, lo que supone ganancia. Solo el lucro importa, todo lo demás desaparece como por arte de magia, ante el poder alucinante del dinero, en medio de una sociedad que despersonaliza al hombre y se convierte en antro del menos humano y del más desalmado. Es una obra de crítica mordaz, satírica si se quiere, de las actuales relaciones sociales, en las que ni siquiera hay un asomo, un atisbo de maniqueísmo, que es una de las características que adornan este género de novelas.

Los protagonistas enfrentan su destino, sin resquemores, sin falsos pruritos y lo que es más sin hilvanar siquiera una queja. Su silencio es una crítica muda. Aquí encontramos la grandeza de “La Caverna”. Es un silencio que habla, que nos dice mucho. Es paradójicamente una inacción edificante. Es por así decirlo un abandono. Una declaración de impotencia, ante un destino aciago que nos engulle y destruye, con caracteres de irreversible e incontrastable realidad.





[1] Enciclopedia Encarta. 2007.
[2] Parte de la filosofía que estudia la validez y posibilidad del conocimiento humano.
[3] La novela de Camilo José Cela.
[4] Guillermo Cabrera Infante, autor cubano. Creador de la novela experimental “Tres tristes tigres”. Formó parte el boom de la novela latinoamericana. Donde utiliza un lenguaje caracterizado por estar matizado de palíndromos, anagramas, ecolalias y otros recurso inverosímiles. (1929-2005)
[5] James Joyce, novelista y poeta irlandés, casi siempre escribió en su lengua nativa el gaélico. Es el autor de la famosa obra Ulises, que al igual que “La Caverna”, tiene sus ancestros en la antigüedad griega. Es también esta una novela experimental.

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